Melina Knoll, conocida como dramaturga en su país (Argentina), ha iniciado su camino como novelista con «Un perro solo» (Ed. Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2016), título mucho más conmiserativo que el que utilizamos para encabezar estas líneas. El mundo narrativo que aquí se perfila (fincas de adiestramiento de perros de pelea, los temibles rotteweiler en este caso) es tan oscuro como violento, tan autodestructivo como cruel y degradado. Cabe ubicarlo en una modalidad hoy muy cultivada en las letras argentinas (y propiciado por Ed. Adriana Hidalgo) que testimonia un áspero mundo de personajes erráticos, seres que son puros supervivientes en un entorno hostil, en un medio social fracturado.
La escritura narrativa no oculta la promiscuidad, la transgresión, la venganza y hasta el crimen. Al contrario lo enfatiza con dura y poderosa expresividad. Tiene esta novela una buena dosis de madurez y una capacidad de crear personajes de una desolada y trágica condición, víctimas del miedo, del terror, de la pesadilla.
Es «Un perro solo» una novela de impacto con un acento tremendista, destructivamente obsesivo. Un buen comienzo. Muy bueno.